lunes, 9 de enero de 2012

La carrera del argentino Javier Pizzolito

Empezó la carrera con gloria pura. Lograba el tercer lugar en la etapa. Si no era por la muerte de Jorge Martínez Boero Hijo. Era el tema deportivo del día. Nunca un argentino había hecho tanto en motos. La proeza seguía y se metía entre los 10 primeros en la general. Los que lo vieron en el Nihuil se sorprendían por la velocidad y la rudeza que atacaba a las dunas.

La alegría llegaba con la familia porque su mujer lo acompaña a todos los campamentos. Es más, su hijo también. Porque su mujer está embarazada de cinco meses. En la etapa de San Juan – Chilecito todo cambió. 

Camino el Motorhome a La Rioja su mujer pasó un mal momento. Un integrante de un camión del Dakar la amenazaba y en la especial Pizzolito tenía una caída que el casco lo evidenciaba con una pequeña rotura. Encima en el enlace tuvo otra caída pero por una negligencia de una camioneta

Al otro día recuperaba rápido todo lo perdido. Pero la mano se le dormía y llegaba con lo justo al campamento de Fiambalá. La mente lo vencía, sentía que la muñeca no le respondía. La idea estaba. Faltaba la firma. Iba a renunciar. Ya no podía más. Se lo comunicó al médico. Por suerte, para él. El médico le curó más la cabeza que la muñeca y seguía en el Dakar. Horas después la alegría iba a ser doble. Porque la etapa se suspendía y de levantar a las 3.30 am del viernes. Se levantaba a las 6.30. Cuando se enteró que se suspendía la etapa. El grito de alegría fue de motivación, fue la señal que el guerrero volvía a tomar su Honda número 27 como el arma para llegar a vencer esta batalla.

Si llega a Perú, no se olvidará del médico y no se olvidará del llamado salvador que le dijo que se suspendía la etapa. Es Javier Pizzolito a bordo de una moto roja que lucha con los de afuera, con los de adentro y contra su propia mente y físico. Va en busca de algo que marque una referencia para los que vienen detrás.

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